domingo, 19 de junio de 2016

CULTURA CIENTÍFICA: NOTICIAS DE BIOLOGÍA

'Hadesarchaea', el nuevo microorganismo descubierto en el parque de Yellowstone










 Los habitantes de estas profundidades pertenecen al grupo de microorganismos de las Arqueas y han sido bautizadas por los investigadores que las acaba de descubrir como Hadesarchaea, en referencia al dios del inframundo de la mitología griega, según ha explicado Brett Baker, de la Universidad de Texas y autor principal de la investigación recién publicada en Nature Microbiology.

Se trata de organismos microscópicos, unicelulares y sin núcleo -es decir, procariotas-.  Estos, constituyen un dominio a parte de las bacterias y de los eucariotas.

El grupo de investigadores de las universidades de Texas (EEUU) y de Uppsala (Suecia) dirigidos por Baker ha estudiado los genomas de este desconocido grupo de microorganismos a través de dos muestras tomadas en los sedimentos de las fuentes termales -géiseres- del Parque Nacional de Yellowstone (California, EEUU) y en el estuario del White Oak River (Carolina del Norte, EEUU) para tratar de desvelar uno de los mayores misterios de la biodiversidad terrestre: ¿Cómo viven estos organismos? Debido a las peculiares condiciones en las que se desarrollan estos microbios nunca han sido multiplicados en el laboratorio, por lo que su modo de vida era aún desconocido para la ciencia.

Sin embargo, estos microbiólogos han conseguido saber cómo logran los microorganismos subterráneos desarrollar su vida en ausencia total de oxígeno, sin luz y durísimas condiciones de presión y temperatura.

Gracias a la secuenciación del código genético de estos microorganismos, los científicos se han acercado a una posible explicación al extraño modo de vida de estas arqueas del inframundo: son capaces de sobrevivir sin oxígeno en esas profundidades porque podrían utilizar monóxido de carbono -un gas letal para el ser humano- para obtener energía, algo que no se había visto en ninguna otra forma de vida anteriormente.


Fuente:   http://www.elmundo.es/ciencia/2016/02/15/56c2157e46163f40398b462d.html


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